"Mickey 17": El ciclo infinito de lo descartable
- Violeta Reyes Gutiérrez

- 6 mar
- 3 Min. de lectura
Si algo sabe hacer Bong Joon-ho es jugar con los géneros, mezclarlos y darles la vuelta hasta que nos olvidamos de dónde empezó todo. 'Mickey 17' es exactamente eso: una sátira disfrazada de ciencia ficción, o quizás un relato futurista llevado al extremo del absurdo. Inspirada en la novela Mickey7 de Edward Ashton, la película llega seis años después de 'Parasite', el último gran fenómeno del director, y lo hace con un espíritu igual de mordaz.

La historia sigue a Mickey Barnes (Robert Pattinson), quien escapa de la tierra para asumir un trabajado en una misión espacial con un rol particular: es un "prescindible", alguien pensado para asumir las tareas más riesgosas, morir en el proceso y ser reimpreso cada vez que esto sucede, manteniendo todos sus recuerdos intactos. Su existencia está diseñada para ser descartable, un ciclo que parece funcionar hasta que un fallo en el sistema lo deja conviviendo con una versión anterior de sí mismo. Desde ahí, la película explora con ironía la identidad, la explotación y un sistema que trata a las personas como desechables.
Pattinson (The Batman), en una de las interpretaciones más versátiles de su carrera, sostiene la película sobre sus hombros. Es inocente, es cínico, es el protagonista (y secundario al mismo tiempo) ideal para una historia que no tiene miedo de ser extravagante. A su lado, Mark Ruffalo (Poor Things) en un papel que parece sacado directamente de la política estadounidense actual (no hace falta decir nombres). Toni Collette (Hereditary), por su parte, entrega otra actuación incómoda y fascinante como ya nos tiene acostumbrados. A ellos se suman Naomi Ackie (Blink Twice) y Steven Yeun (Minari), completando un elenco que posee intensidad y altos momentos de comedia absurda.

Si bien la propuesta de la película es arriesgada e innovadora en cuanto a creatividad, en ciertas partes la trama pierde un poco el hilo debido a la cantidad de subtramas que se presentan a lo largo de la historia. En su intento por abarcar múltiples ideas y conceptos, 'Mickey 17' puede sentirse a ratos dispersa, como si quisiera decir demasiado sin terminar de aterrizar algunas de sus líneas argumentales.
Lo que hace a esta cinta especial es, en última instancia, la dirección de Bong. Es un cineasta que se lanza al vacío, que no busca simplemente repetir fórmulas, sino que reinventa su discurso con cada película, utilizando el humor como arma, lleva la historia a terrenos absurdos sin perder la profundidad que la conecta con la realidad actual. Sobre todo generando una crítica incisiva al mundo laboral, la maquinaria en la que estamos sometidos y lo fácil que es ser remplazado en nuestra sociedad. Como él mismo lo describe:
“Están imprimiendo a Mickey para que pueda morir, y en ese concepto está toda la comedia y tragedia de la película. En la vida real, ves muchos trabajos que terminan en accidentes fatales. Cuando eso sucede, el trabajador se va, llega otro trabajador. El trabajo sigue siendo el mismo, solo que las personas son reemplazadas. Puedes llamarlo la tragedia capitalista de nuestros tiempos, y en esta película es aún más extrema”.

Aun así, en su esencia, sigue siendo una de sus críticas sociales más evidentes. En tiempos donde la industria parece jugar a lo seguro, Bong toma de la mano a una de las compañías más influyentes del medio (Warner Bros) y apuesta por lo impredecible, algo que se agradece en una era dominada por franquicias y fórmulas recicladas. Y si bien la magia de 'Parasite' es irrepetible, 'Mickey 17' es cine en su forma más libre, una prueba de que los grandes directores no necesitan explicaciones, solo espacio para jugar.




