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“Historia y Geografía”: El arte según y para un país poco serio


“Chile está cambiando. Y yo estoy cambiando con Chile”, remata Giaconda Martínez

(Amparo Noguera) a Pancha Palazzo (Paulina Urrutia), en un mensaje de voz que le está

enviando solo para chequear cómo va la cosa esa, así por ser, de una eventual obra de

teatro que armarían juntas. Idea de Giaconda, por cierto. No queda claro si el remate es

una aclaración, un énfasis o una advertencia. Tampoco qué tan legítimo es o qué se

supone que significa. Medio ambigua, volátil y no muy seria es Giaconda. Así como su país.


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La obra es una adaptación bien libre y postmoderna de La Araucana, clásico poema épico

del siglo XVI escrito por Alonso de Ercilla que pasan en el colegio para que aprendamos

cómo este colonizador español ensalzaba la figura heroica e indomable del mapuche.

Giaconda está entusiasmada, pero el asunto es que a la Pancha, una respetada figura del

teatro, poco le convence colaborar con esta comediante de televisión conocida como “la

mujer más chistosa de Chile”. El apodo, que tanta gloria le trajo en su momento por su

famoso papel “La Huachita” en una sitcom del Chile postdictadura que pasó de familiar a

picaresca, hoy es una cruz que Giaconda debe cargar mientras intenta reinventarse como

actriz. Así es como termina trasladándose a su natal San Felipe, donde, siempre bajo la

mirada suspicaz de su hermana Atenea (Catalina Saavedra), debe conformarse con

desarrollar su proyecto con un grupo de teatro amateur.


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La trama presenta un cruce de elementos que podría correr el riesgo de desembocar en

un discurso disperso, donde de tanto abarcar poco se apriete. Hay chirolazos a los artistas,

su ambiente y el tejemaneje del mundillo del entretenimiento, como también a la poca

relevancia que le damos a la cultura y las artes cuyos artífices, en su mayoría, resisten a

pulso. A la deuda histórica del Estado con el Wallmapu, que camina de la mano de un

pueblo aspiracional que en la teoría está independizado, pero en la práctica sueña con ese

preciado premio Goya. A esa transición tibia y buenista, representada en una comedia de

situaciones que busca conciliar a una franja de tierra dividida entre mensajes fraternos y

chistecitos cochinos, tapando el trauma con cortinas de humo en vez de enfrentarlo. A

nuestra actitud hacia los migrantes, que proclamamos tolerar siempre y cuando

permanezcan de lejitos nomás, junto a nosotros mas no revueltos.


El resultado de Historia y Geografía (2023), no obstante, es una sátira fresca,

suficientemente aguda y genuinamente divertida que sale airosa entremezclando sus

ingredientes para hacerlos coincidir en una sola gran temática: la eterna crisis de

identidad de nuestro país. Que la figura de “La Huachita” haya cautivado los corazones del

público ya es representativo de aquello. La palabra, localismo arraigado en lo profundo de

nuestro ADN que peyorativamente se le otorga a la persona huérfana, asunto que Jaime

Vadell explica en una narración de acertado tono casi displicente, encapsula ese

desarraigo y cojera identitaria nuestra. Tampoco es azaroso que la película transcurra a posteriori al estadillo social de 2019, cuando la máxima “Chile despertó” (de ahí el guiño

“Chile está cambiando”) prometía ser un punto de inflexión tras la extensa conformidad

en que los “ingleses de Latinoamérica” estuvimos sumidos en los años concertacionistas,

solo para retomar la siesta. La decisión de Giaconda de que actores haitianos interpreten a

los araucanos suma otra dicotomía; si bien es una señal de inclusión, deja la puerta abierta

a la burla, al rechazo y la noción ignorante de que ambos pueblos son intercambiables.

Noguera y Saavedra se desenvuelven con oficio, explorando los grises de dos hermanas

que, desde sus respectivas trincheras en el terreno del arte, están en tensión lúdica

constante. Es una tensión subrepticia y cuidada, que apenas recubre sus dispares

concepciones de vida.


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Con una música que aventura sonidos autóctonos irónicos y una cámara y montaje deliberadamente imprecisos, Bernardo Quesney construye un filme que comparte el espíritu de la comedia independiente estadounidense propia de nombres

como Noah Baumbach, Alexander Payne o Sean Baker, entre otros como el británico

Martin McDonagh o el neozelandés Taika Waititi antes de Hollywood. Tras Efectos

Especiales (2011) y Desastres Naturales (2014), Quesney da un nuevo paso adelante, en

una dirección que evoluciona en novedad y comicidad, además de la bastante agudeza

para jugar con las inseguridades de un territorio en permanente proceso de madurez.

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