"Denominación de Origen": Una crítica a la esencia
- Luis Gastón Reyes
- 10 may
- 3 Min. de lectura
La rivalidad entre países, estados, instituciones, también ocurre con las personas, pues son precisamente éstas, las que dan sentido y permanencia a todo este enjambre de instrumentos y acepciones que conforman el ethos en la cultura. De esta forma, se presenta también en los territorios, en las comunidades, donde diversos factores como la historia la geografía, costumbres y tradiciones se asocian para configurar una visión y lo que se podría entender como identidad. “Denominación de origen” de Tomas Alzamora, nos acerca a esta condición, situándose en estos lugares mediante un relato ficcionado, sobre la importancia del sentido de pertenencia, el arraigo, el reconocimiento de lo que somos o creemos ser.

En este caso, dos comunas separadas por un río, se enfrentan con todas las diferencias que se pueden reconocer a simple vista y otras que surgen a partir de introducirse en la raíz y evolución de un quehacer, como es el de un producto alimenticio (las longanizas) que determina, no tan solo una comida particular, si no más bien una red de actividades, actos, rituales y formas de vivir desde las relaciones humanas, hasta la historia y por tanto su cultura.
Denominación de origen nos muestra desde lo alegórico, un relato que trasciende a la disputa superficial entre dos comunas, una con ciertos elementos que aparecen como superiores, y la otra con toda la potencia de aquella que, teniendo los argumentos y la verdad histórica, no triunfa en sus objetivos. Este documental en estado de ficción, en modo comedia, también describe con una inteligente y asertiva metáfora, como un pueblo, un país como Chile, vive la historia con todos sus manifestaciones y emociones, un pueblo que ha dado desde siempre las luchas por ser reconocido y obtener derechos, sin embargo la voluntad y la fuerza de la razón no han sido suficientes, pues siempre aparecen en escena, obstáculos que detentan sus propios errores, pero fundamentalmente con instituciones impuestas, instaladas, colonialismos que impedirán que sea la fuerza de los argumentos y la justicia los que se impongan.
Denominación de origen, nos muestra la cultura de una ciudad con tanta historia como Chillan y su vecino (hermano menor) San Carlos, una comuna que se siente apabullada y por cierto usurpada, que en los hechos es tratada como hermano menor, pero que por otro lado, sus propios integrantes carecen de conciencia sobre la necesidad de liberarse de aquella sombra, considerando por ejemplo que sus argumentos son significativos, como ser cuna de artistas y personajes tan importantes como Violeta Parra.
Cada uno de los personajes, representa un fragmento de esa capacidad y habilidad del habitante popular, la fuerza de lo femenino mediante la sensibilidad y potencia de Luisa que a pesar de su propia denominación de origen conecta con la necesidad de reconocimiento. Tío Lelo, el hombre que surge desde las entrañas de un territorio donde lo campesino, sus costumbres y cultura aparecen como un componente fundamental de la figura paternal que no claudica. DJ Fuego la esencia del hombre urbano en un “pueblo chico”, que se busca la vida en una sociedad muchas veces hostil y desconfiada, pero mediante la alegría, la inocencia muchas veces, que lo hacen querible. Por otra parte, Juan Peñailillo, el abogado, que demuestra que la ley debe tener una cara popular, que en algún momento la justicia debe estar del lado de los que más la requieren. Con un componente a veces hilarante, más bien tragicómico, esta comedia mantiene una dinámica armónica y fluida.

Denominación de origen, desde esta perspectiva es entonces, un poco más que una comedia liviana. Tras esta alegoría, se puede leer una parodia sobre un pueblo que estará siempre reinventándose y a veces preso de sus fragilidades en la construcción de su historia y liberarse de los sesgos e imposiciones del poder.
Conviene decir que este trabajo, muestra también la esperanza, esa enorme necesidad de los pueblos de mantener la esperanza y con ello, el viejo refrán tan representativo de lo chileno…quien nace chicharra, muere cantando.