"Memorias de un Caracol": La nostalgia como refugio
- Violeta Reyes Gutiérrez
- 13 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 17 mar
¿Cuántas veces nos hemos refugiado en nuestra propia caparazón?
Luego de un exitoso recorrido por festivales, ganadora como Mejor Película en el festival internacional de Animación Annecy 2024 y una nominación al Oscar 2025 como Mejor Película Animada, 'Memorias de un Caracol' llega a las salas nacionales este jueves 13 de marzo. Se trata de la segunda nominación al Oscar para el director australiano Adam Elliot, quien ya obtuvo el galardón en 2004 con su cortometraje Harvie Krumpet. Con una sensibilidad única para narrar historias de vida marcadas por la fragilidad y la resiliencia, Elliot entrega aquí una de sus obras más personales.

La película sigue a Gracie y Gilbert, hermanos gemelos que han sido inseparables desde siempre, enfrentando juntos una vida que nunca ha sido fácil. La historia, contada como una serie de recuerdos teñidos de nostalgia, es una oda a la niñez y a las experiencias que nos moldean. A través de sus memorias, la película explora cómo los lazos familiares, tanto los de sangre como los que elegimos, pueden sostenernos en los momentos más oscuros.
Sus personajes, llenos de alma, son lo que realmente hace de Memorias de un Caracol un gran logro. Aunque Gracie guía la historia, quienes la rodean dejan una huella imborrable. Su hermano Gilbert y su padre están marcados por la ausencia y el dolor, pero son las relaciones que ella construye las que terminan definiéndola. Entre ellas, destaca Pinky, su mejor amiga, quien ilumina la historia con su energía desbordante. Es el tipo de personaje que atraviesa la pantalla y nos recuerda la importancia de rodearnos de personas que nos acepten tal como somos.
Lejos de ser un relato sombrío, la película encuentra en la vulnerabilidad una fuente de amor, como si en la búsqueda de las raíces del dolor se escondieran las respuestas y las fuerzas que nos guiarán en el camino. En lo visual, marca un cambio dentro de la filmografía de Elliot: abandona la escala de grises que caracterizó sus trabajos anteriores, como 'Mary and Max' (2009) y la mayoría de sus cortometrajes, para volver al color como lo hizo en 'Harvie Krumpet' (2004), en esta instancia el uso del color cae en lo que él mismo define como la búsqueda de “tonos setenteros”, una paleta dominada por los marrones y sus variaciones, evocando sus propias experiencias y recuerdos de la época.
El propio Elliot ha comentado en entrevistas que el título de la película nació de un descubrimiento simple pero revelador: los caracoles no pueden retroceder, solo avanzar. Más allá de esta metáfora sobre la resiliencia, también hay un simbolismo en la manera en que su protagonista enfrenta el mundo. Como explica de la siguiente forma:
"Me encantan los caracoles porque son criaturas introvertidas. Si tocas sus antenas, se encierran en su caparazón, lo cual es exactamente lo que hace Grace en su vida. Usa su caparazón como un escudo contra el dolor."

Elliot ha comentado en diversas entrevistas que sus historias están profundamente marcadas por sus vivencias personales. En Memorias de un Caracol, por ejemplo, el mal de Diógenes que forma parte de la historia, se inspira en la experiencia que vivió con su padre, quien al fallecer dejó una carga emocional y material que tuvo que asumir. Este sentimiento de frustración se canalizó en la creación de la película. Por otro lado, la historia de Gracie está basada en una amiga suya, quien tiene una condición facial particular, lo que refleja su interés por visibilizar a personas cuyas vidas quedan en un segundo plano. Al igual que en sus trabajos anteriores, Elliot construye una narración que desafía los convencionalismos, pero sin perder nunca esa mezcla de calidez y humor negro que caracteriza su estilo único.
Técnicamente, la película es una obra artesanal impecable. Realizada íntegramente en claymation (plasticina), cada elemento—desde los personajes hasta los escenarios—ha sido moldeado a mano sin la intervención de CGI, en un proceso que requirió 33 semanas de trabajo, 8 cámaras, un equipo de solo siete animadores, 30 en el departamento de arte y la confección de más de 200 sets y personajes. El nivel de detalle en la animación es impresionante, cada textura y cada imperfección aportan a la historia, volviéndola aún más íntima.
Una banda sonora envolvente y conmovedora que acomoda cada emoción con cada escena, la cinta también cuenta con las voces de Sarah Snook, Kodi Smit-McPhee, Eric Bana, Magda Szubanski, Dominique Pinon, Tony Armstrong, Paul Capsis, Nick Cave y Jacki Weaver.

Memorias de un Caracol es de esas historias que resuenan en lo más profundo, donde cada uno puede verse reflejado en algún personaje, en algún gesto, en alguna emoción que permanece incluso después de que caigan los créditos. En un mundo de inmediatez, Adam Elliot apela a la nostalgia, nos recuerda la belleza en observar el pasado, la huella que deja lo hecho a mano, de lo imperfecto y de lo genuinamente humano.