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Entrevista a Tomás Alzamora, director de 'Denominación de Origen' : “Es una película sobre lo colectivo”

Este jueves 24 de abril llega a los cines del país Denominación de Origen, la nueva película de Tomás Alzamora (La mentirita blanca), director, músico, creador del Festival de Cine de Ñuble y co fundador de la productora EQUECO.



La película ha tenido un exitoso recorrido por festivales nacionales como 31° FICValdivia,  Festival de Cine Nacional de Ñuble, 15° Festival Internacional de Cine de Iquique y el 17° Festival de Cine Chileno (Quilpué), obteniendo múltiples premios. Además, fue reconocida en el 26° Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (BAFICI), donde Alzamora recibió el galardón a Mejor Dirección.


En esta nueva propuesta, que se presenta como “la batalla por la longaniza”, el cineasta nos entrega mucho más que una comedia: una sátira que dialoga con el presente social y político del país, entre la memoria y la reinvención.


Planteada como un documental en estado de ficción, Denominación de Origen sigue a cuatro únicos personajes que conforman el MSPLSC (Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos): Luisa, dirigenta social; Dj Fuego como sí mismo; el Tío Lelo; y Juan Peñailillo como el Abogado.


Una historia apta para toda la familia, que llega en un momento preciso para hacernos reír, pensar y mirar la pantalla como un espejo —con nuestras luces y sombras— mientras nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente importa?



Días antes de su estreno en salas nacionales, conversamos con Tomás Alzamora sobre el proceso detrás de esta particular comedia, su inspiración, el trasfondo político que atraviesa la historia y la respuesta del público que ha acompañado la película desde sus primeras funciones en festivales.


Antes del estreno oficial en salas, la película ya pasó por varios festivales —Ñuble, Valdivia, Quilpué, incluso Argentina—, donde generó una conexión muy potente con el público. ¿Cómo ha sido para ti observar ese vínculo con la audiencia? ¿Esperabas una recepción tan emotiva?


Tomás: La verdad es que no, nunca me lo esperé. Es una película súper especial, con un código y un ritmo propios. A veces pensaba que podía ser demasiado, porque tiene mucha información, muchos personajes. Además, trata el tema de la carne, que es delicado. Uno piensa: “capaz que me funen”, no sé, la comunidad vegana o vegetariana.


Pero siempre fue una película hecha con muchísimo amor, con mucha energía. Todo el elenco, la gente que participó, son personas con un valor único, irrepetibles. Trabajar con gente real, muchas veces invisibilizada, le dio una fuerza especial a todo el proceso.

El casting fue muy emocionante. Llegaron más de 200 personas, muchas de ellas cumpliendo el sueño de su vida. Me lo decían ahí mismo: que siempre quisieron actuar pero no pudieron por distintos motivos. Una señora, por ejemplo, me contó que su marido nunca la dejó ir a un taller de teatro, y ahora que él la dejó por otra persona, ella por fin pudo venir y cumplir su sueño. Y así, muchos relatos como ese.


La gente que está en la película dio todo, puso el corazón. Fue importante para ellos porque en San Carlos no pasan tantas cosas grandes. No sé si esto es algo grande, pero llegar a la pantalla de cine lo fue para ellos. Y eso le dio una energía muy fuerte a la película, desde su creación.

Además, hicimos esta película entre amigos. En EQUECO siempre tratamos de trabajar con gente que queremos, que nos hace sentir protegidos, en un espacio colaborativo, de respeto. No hacemos cine para hacernos ricos, sino desde un lugar muy puro, muy amoroso. Y creo que eso se nota.


La gente se me ha acercado con mensajes muy potentes: “Este es el cine que quiero ver”, “Nunca había visto algo así en el cine chileno”, “La mejor película que he visto en el FICValdivia en años”. Yo no lo esperaba, pero ahora que lo pienso, creo que responde al proceso que hubo detrás. Cuando ese proceso es tan cálido, tan honesto, hay muchas probabilidades de que pasen estas cosas.

También creo que influye mucho el elenco, que es coral. Es una película muy colaborativa. Cada personaje tiene una personalidad muy marcada, y eso permite que el público se identifique con distintos aspectos, que uno quiera más a un personaje que a otro. Eso es lo bonito, propone esa diversidad y también de cómo en el ser tan distintos, se logran poner de acuerdo e ir adelante siendo personas muy distintas.


— Totalmente. De hecho, se siente como un grupo de amigos que están jugando y tú lo estás presenciando. Hay una conexión directa, es ver a tu papá, a tu vecino, a tu primo. Es algo que no se ve frecuentemente en el cine.

En ese sentido, la impresión de que la película —y el grupo de protagonistas— funciona como un solo personaje colectivo. ¿Pensaste esa lógica desde el inicio del guion o fue algo que se dio en el proceso, quizás al enfrentarte al casting y descubrir que ahí había una especie de “Avengers chilenos”?


Tomás: Pasaron cosas en el proceso. La película primero era sobre un candidato a concejal, cuya lucha, su eslogan, era “hagamos la longaniza nuestra”. Iba a ser una de esas películas políticas, sobre una campaña de concejal. Pero en el desarrollo del proyecto, mientras la escritura, pasó lo del estallido social y lo de la escritura de la nueva Constitución, la Convención… y todo eso donde fracasamos.


Eso a mí, como autor, como persona, me marcó mucho, me hizo harto daño. Me cuestionaba si quería seguir en este país. Y a medida que pasaba el tiempo, reflexionaba: ¿Qué falló?, ¿Qué pasó?. Y mi teoría, lo que pienso, es que fuimos también víctimas del sistema. Y llamo a ese proceso de una manera muy individualista, en particular desde el sector del Apruebo, al cual pertenezco.


Mucha gente se creía —yo también me lo creí— muy dueña de la verdad. Que éramos casi superiormente más inteligentes que el resto. Que todos los que rechazaban eran unos imbéciles. Entonces había una superioridad moral muy individualista. Creo que nos faltó unión. Esa es mi teoría: nos faltó escucharnos, entendernos, abrazarnos, aceptar nuestras diferencias.


Y por eso la película cambió. Dije: no puede ser de una sola persona, no puede ser uno solo tratando de llevar una lucha. Tiene que ser una lucha colectiva. Entonces se transformó en una metáfora, de cierta manera, en que no puede ser uno: tienen que ser cuatro. Una célula. Todos muy distintos en su forma, pero que están ahí juntos, porque los une un bien común. Es una reflexión sobre eso.


Y otras cosas pasaron en el proceso también. Una vez estaba filmando un reportaje en Valparaíso, en la población Montedónico. Luisa no es de San Carlos, es el único personaje “importado”. Ella es la presidenta de la junta de vecinos de esa población, que es uno de los lugares más estigmatizados de Valpo. La conocí haciendo ese reportaje. La filmé y le pedí que hiciera una escena: “ya, ahora ven caminando y simula que viene un vecino”. Y bueno, ella me hablaba y tenía una fuerza... yo quedé loco con ella.

Llamé a mi productor y le dije: “creo que tenemos que cambiar todo, aquí tenemos a una protagonista”. Y ya tenía a DJ Fuego también, que era el candidato a concejal. Fueron sucediendo cosas en el proceso que finalmente terminaron con esta célula activista, los Avengers chilenos, como tú dices, con este espíritu en el que creemos: que la solución está en lo colectivo.


— Aunque la película tiene harto humor, también se siente el drama y un subtexto político súper presente. Se muestra esta lucha constante que hay en Chile, donde todo se cae, uno se reinventa y la gente sigue no más: “dale, no importa, vamos pa' adelante”. ¿Dirías que el estallido social fue un punto de quiebre en la construcción del guion? Porque ese contexto está todo el rato ahí, y el final deja una sensación bien potente de “seguimos”.


Tomás:  Sí po, efectivamente está ahí todo el rato. Y bueno, cuando la gente ve la película, claro, uno podría decir “ya, una película de la longaniza”, y “jajá”, pero el final… cuando lleguen al final van a descubrir otras cosas. Y eso creo que es lo lindo del cine, y es el cine que a mí me gusta.


Yo no puedo pasarme cuatro o cinco años de mi vida forzándome, dándome con todo, para no decir nada. Siento que es una oportunidad única para decirle algo a la gente, para invitar a la reflexión, pero al mismo tiempo que lo pasen bien. Que lo disfruten.

Y claro, el proceso está ahí. Tenía que estar, creo yo. Para mí, en lo personal, esta también fue una película sanadora, de cierta manera. Porque con el estallido terminó en un punto en que decía: “te odio, Chile, te odio, Chile”. Pero también hay que hacer la autocrítica. Y eso es un poco lo que propone el final: que hay que seguir, que hay que seguir hasta que la dignidad se haga costumbre, como dicen. Hay que reinventarse.


Y el FONDART, finalmente, termina cumpliendo un ciclo también. Imagínate que yo con esta película postulé como tres veces al fondo. Y terminó cayendo. Pero no hay que bajarle los brazos. Hay que seguir, y seguir, y seguir, y seguir... como dice Denominación de Origen.


— Ahora, en cuanto a lo técnico, una última pregunta, ¿Cómo fue conseguir a Sergio Armstrong para que hiciera la dirección de fotografía de la película?


Tomás: A Sergio lo conozco hace muchos años. Tuve la oportunidad de hacer mi práctica audiovisual en una película que se llama La mujer de barro (2014), de Sergio Castro San Martín, donde Sergio hizo la foto. Y era un rodaje muy chiquito, donde yo era el eléctrico junto a otro compañero de la U —éramos dos eléctricos— y él estaba haciendo la luz de la película. Entonces nos hicimos muy amigos. Es una persona muy real, muy sencilla, tiene un nivel de sencillez increíble, una sensibilidad, una simpleza, y creo que eso fue lo que nos hizo coincidir tanto como personas, como seres humanos.


Sergio es un trabajador heavy, le encanta filmar. A mí también me encanta filmar, contar con imágenes. Y en un momento, después de esa práctica, yo le dije que quería que hiciera la fotografía de La mentirita blanca, mi primera película. Lamentablemente por tiempos no se pudo, pero después ya nos fuimos coordinando con más tiempo, le presenté el proyecto, nos sentamos a trabajar… Fue increíble el proceso.

Acomodamos un poco los calendarios de filmación para que calzara con su agenda —que está bien ocupada— y así pudimos filmar esta película. Lo pasamos increíble. Éramos amigos haciendo una película juntos, y la verdad, eso era exactamente lo que tenía pensado.


— Agradezco mucho tu tiempo, Tomás. Para finalizar, solo decirte que como vegetariana, la apruebo totalmente jajaja.


Tomás: Oye, ¡Eso! Se ha acercado mucha gente vegetariana, vegana, y de hecho también fuimos súper respetuosos con eso. No hay muerte animal, tampoco la película incentiva eso. Finalmente, se ocupa la excusa de la longaniza para hablar de otra cosa. No hemos tenido odio de nadie, creo que es cuidadosa con el entorno, y ese es el espíritu de la peli.


Nosotros proponemos desde otro lugar. Perfectamente podríamos haber hecho algo más explícito, mostrar gente que le encanta la carne o incluso cosas más fuertes, no sé, mostrar la muerte animal… pero no es por ahí. No creo que ese sea el tema tampoco. Como tú decís, es un punto sensible, y la película no va desde el insulto, desde el morbo, no está diciendo “consume, mata”, nada de eso. Está poniendo la atención en otras cosas.

Lo mismo pasa con Chillán. No es que la película sea contra Chillán, para nada. Es solo un contexto para hablar de otras cosas.


Ficha Técnica


Título original: Denominación de origen

Año: 2024

País: Chile

Duración: 86 minutos

Dirección: Tomás Alzamora Muñoz

Guion: Javier Salinas y Tomás Alzamora Muñoz

Casa productora: EQUECO

Producción: Pablo Calisto

Dirección de fotografía: Sergio Armstrong

Montaje: Nicolás Venegas, Tomás Alzamora Muñoz y Valeria Hernández

Dirección de arte: Nicolás Oyarce

Sonido: Peter Rosenthal

Música: Martín Schlotfeldt

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