"Septiembre 5": Periodismo al límite entre la pasión y la ética
- Joaquín Robles
- 29 ene
- 3 Min. de lectura

El cine ha explorado el periodismo desde distintos ángulos: la adrenalina de la primicia, la responsabilidad ética, la presión del rating y la verdad como moneda de cambio. Septiembre 5 se suma a esta tradición con una puesta en escena íntima y un guion sólido que aborda con precisión las dinámicas dentro de una redacción televisiva en medio de una crisis.
Tim Fehlbaum nos sumerge en el caos del 5 de septiembre de 1972, cuando un equipo de periodistas deportivos de la cadena ABC tuvo que dejar de lado los Juegos Olímpicos de Múnich para cubrir, en vivo, el secuestro de atletas israelíes a manos de un grupo palestino. Desde un estudio televisivo, la película reconstruye la transición de un periodismo deportivo despreocupado a una cobertura frenética e histórica, con un enfoque analógico que rinde homenaje a una era previa a la inmediatez digital.
Una película contenida que juega a favor de su propia limitación
Lejos de ser una superproducción, Septiembre 5 se desarrolla casi en su totalidad dentro del set de televisión, un acierto que refuerza la sensación de encierro y urgencia. Aquí, el drama no se apoya en explosiones ni escenas de acción, sino en las tensas discusiones entre los personajes sobre el papel del periodismo. ¿Cuál es el límite entre informar y explotar el dolor ajeno? ¿Es la adrenalina lo que motiva a estos periodistas, o realmente buscan la verdad?

El guion se luce en estos momentos de reflexión, en los que cada personaje representa una postura distinta ante la profesión. Geoff (John Magaro), un joven productor ansioso por impresionar a su jefe, ve en la tragedia una oportunidad de oro para demostrar su valía. Marianne (Leonie Benesch), la periodista alemana, se roba la pantalla con una sólida interpretación, siendo una de las pocas voces que cuestiona el papel de los medios en la construcción del relato. Su presencia también permite que la película explore el rol de la mujer en el periodismo, especialmente en un entorno como el deportivo, donde durante décadas fueron relegadas a un segundo plano.
El amor por el periodismo se respira en cada cuadro, pero no como una idealización romántica, sino con una mirada crítica. Es una oda a lo analógico, a la artesanía detrás de la noticia: cables, monitores, cámaras enormes, salas de revelado. Es un recordatorio de que antes de que la inmediatez digital convirtiera a cualquier usuario de redes en “periodista”, esta era una labor de precisión y responsabilidad. En este punto, la película logra conectar con un debate actual: en la era de las fake news, ¿ha cambiado realmente la ética del periodismo o solo los medios de difusión?

A pesar de sus aciertos en construcción de personajes y ambientación, Septiembre 5 no arriesga lo suficiente en su discurso. Si bien se entiende que no pretende ser una película sobre el conflicto palestino-israelí, tampoco profundiza en la responsabilidad de los medios en la narrativa de los hechos. El grupo de periodistas etiqueta a los secuestradores como “terroristas” sin cuestionar realmente el peso de la palabra ni las consecuencias que esto implica. En un mundo donde el lenguaje mediático moldea percepciones, esta falta de autocrítica resulta una oportunidad perdida.
Además, el enfoque cuasi-documentalista termina jugando en su contra. La película se siente como un retrato detallado del evento, pero sin un propósito claro más allá de la recreación histórica. No hay una postura contundente, un mensaje final que incomode o invite a una verdadera reflexión. ¿Es esto suficiente en tiempos donde la información es más volátil y manipulable que nunca?
Una película atrapada entre el homenaje y la crítica
Septiembre 5 es un ejercicio cinematográfico valioso, con una producción cuidada, un gran diseño de sonido y actuaciones destacables, especialmente la de Leonie Benesch. Su mayor mérito es recordarnos cómo funcionaba el periodismo en una época donde la inmediatez no comprometía la rigurosidad. Sin embargo, la película se conforma con ser una observación más que un cuestionamiento. En un contexto donde el conflicto palestino-israelí sigue encendido, quizá faltó audacia para plantear preguntas incómodas.