BUGONIA: El mundo está arruinado con o sin aliens
- Tragedia

- hace 23 horas
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En Bugonia, Yorgos Lanthimos diagnostica la enfermedad terminal de nuestra era: la muerte del pensamiento crítico a manos de una "libertad" individualista que prefiere una mentira emocionante antes que una realidad colectiva decepcionante.
Para entender a Teddy (un soberbio Jesse Plemons), no basta con tildarlo de loco. Teddy es el síntoma de una sociedad fracturada. Vive aislado, en una burbuja literal y metafórica, convencido de que Michelle Fuller (Emma Stone), la CEO de una farmacéutica, es una alienígena enviada para destruir la Tierra. Pero, ¿por qué llega Teddy a esta conclusión? Porque el sistema le falló. La gran corporación destruyó a su familia, la salud pública lo abandonó y las respuestas institucionales fueron insuficientes.
Aquí radica la tesis más dolorosa de la película: cuando la realidad es insoportablemente injusta y banal, una conspiración desquiciada es lo único que "hace sentido".

Lanthimos, con la ayuda del guion de Will Tracy (Succession, The Menu), expone cómo el capitalismo y la soledad moderna nos han empujado hacia la post-verdad. En Bugonia, ya no importan los hechos ni los argumentos. Cuando una conspiración está bien construida emocionalmente, es indestructible ante la lógica. Nos hemos encerrado en cámaras de eco donde los matices son el enemigo y donde la comunidad ha sido reemplazada por un individualismo feroz. Ya no queremos ser parte de un colectivo aburrido y complejo; preferimos ser los protagonistas solitarios que portan la antorcha de una "verdad absoluta" en su compás moral.
El filme sugiere que esta dispersión de la colectividad es el verdadero apocalipsis. No necesitamos aliens para acabar con el mundo; nos basta con nuestra incapacidad de empatizar. Lanthimos se ríe, con su característica crueldad seca, de los terraplanistas y conspiranoicos, sí. Pero la risa se congela cuando entendemos que estos personajes son reales. Son el resultado de una sociedad que ha vendido la idea de que la "libertad de opinión" es más valiosa que el pensamiento crítico.
En este escenario, gana lo que se siente real, no lo que es real. Y esa victoria del instinto sobre la razón está condenando a nuestra sociedad desde adentro.

Emma Stone, rapada y sometida, se convierte en el lienzo sobre el cual Plemons proyecta sus frustraciones. La dinámica entre secuestrador y rehén es un microcosmos de nuestra polarización actual: dos fuerzas que no pueden escucharse porque operan en realidades distintas. Al final, Bugonia nos deja con una sensación de futilidad existencial. Quizás los aliens existan, quizás no. Pero el mensaje subyacente es devastador: el tejido social ya está tan roto por nuestro egoísmo y nuestra soledad, que una invasión extraterrestre sería, irónicamente, el menor de nuestros problemas.




