'EDDINGTON': El delirio en la frontera
- Violeta Reyes Gutiérrez

- 13 sept
- 3 Min. de lectura
En la misma semana en que el atentado a Charlie Kirk vuelve a evidenciar la violencia y la paranoia en Estados Unidos, llega a nuestra cartelera nacional Eddington, la nueva película de Ari Aster. Una obra que habla tanto del pasado como del presente y que funciona como una radiografía de los miedos colectivos, no solo de la sociedad estadounidense, sino también de un tiempo global marcado por el delirio, la ansiedad y la desconfianza.

El regreso de Ari Aster confirma a un cineasta que ha marcado el cine contemporáneo de terror y ansiedad con títulos como Hereditary (2018) y Midsommar (2019), donde exploró el duelo y la alienación desde una mirada perturbadora. Más tarde, con Beau is Afraid (2023), radicalizó esa apuesta, consolidando un sello autoral centrado en su obsesión por explorar los rincones más oscuros de la mente. Con Eddington, Aster da un giro: entra en el western para descomponer sus códigos y crear su propia quimera.
Ambientada en el punto más crítico de la pandemia de 2020, Eddington sitúa su relato en un pequeño pueblo estadounidense donde la incertidumbre sanitaria se mezcla con la paranoia política y la proliferación de teorías conspirativas. Allí, los habitantes, enfrentados al aislamiento y la desconfianza creciente, comienzan a ver enemigos en cada rincón. La comunidad se convierte en un escenario frágil, donde la convivencia se desmorona bajo el peso del miedo y la sospecha.

El conflicto se despliega de manera imprevisible, y nunca se sabe hacia dónde va a decantar. Joe Cross (Joaquin Phoenix), el sheriff del pueblo, encarna un personaje lleno de quiebres y frustraciones que lo enfrentan a su propia realidad. Ted García (Pedro Pascal), el alcalde al que todos aparentan respetar, actúa como su contraparte, reflejando lo que Joe no es pero también anhela. Los personajes secundarios se suman como piezas clave en un tablero de ajedrez donde se juega toda la trama.
Eddington se convierte así en la radiografía de una cultura hiperindividualista, donde cada movimiento y cada palabra están atravesados por la sospecha y por la incesante búsqueda de un enemigo. Lo interesante es cómo Aster arma la historia: una intriga que se va cocinando lento, creciendo con cada escena y atrapando a los personajes en una tensión que no deja de aumentar. Nadie sobra; todos contribuyen al desorden y la fragilidad de la comunidad.
El propio Aster ha señalado:
“La película pretende funcionar como una especie de test de Rorschach. Ese es el momento en que la película se presenta como una sátira o como una forma de abordar realmente lo que está sucediendo: gente con una mentalidad más conspirativa”.
Esa idea refleja cómo los conflictos se acumulan y se retroalimentan: exceso de información, anonimato digital y discursos de odio encuentran terreno fértil, mostrando un tejido social donde la paranoia se vuelve casi natural y el miedo colectivo moldea cada interacción.

Aster construye un vehículo para explorar las fracturas del mundo contemporáneo, con toda su hipocresía, excesos e incomodidades. Nos muestra los conflictos y la dificultad de encontrar unidad, mientras fuerzas como las multinacionales, el extractivismo y un capitalismo llevado al extremo moldean el mundo, transformando a los individuos en meros juguetes de una realidad cada vez más absurda.
Lo que comenzó como un western termina siendo una radiografía aguda de las contradicciones que atraviesan nuestra era: un mundo caótico y fragmentado, donde los abusos de poder y la paranoia cotidiana condicionan la vida de todos. Al mismo tiempo, Eddington propone un ejercicio de mirada crítica: al exponer estas dinámicas con tanta precisión, nos invita a cuestionarlas y a mirar en retrospectiva para reconocer cómo llegamos hasta aquí y qué caminos aún podemos trazar.




