top of page

"Cómo entrenar a tu Dragón": Y la magia de ser tú mismo

Entre tantos remakes y versiones live action que van y vienen, Cómo entrenar a tu dragón (2025) de estudios Dreamworks aparece para resaltar entre el montón. Retoma una historia conocida, con el mismo director que la creó hace más de una década, y la traslada a otro formato. El mensaje está claro, y es el dejar una sensación de que detrás de todo esto hay alguien que todavía cree en el mundo que inventó.



Cuando se estrenó la primera película animada en 2010, para muchos fue amor a primera vista. Hoy, quince años después, este live action nos entrega otra puerta hacia ese universo, pero con una madurez distinta. El tiempo ha pasado, el público ha cambiado, pero el corazón sigue ahí. Compartiendo cartelera con otras propuestas como el live action de Lilo & Stitch —curiosamente escrita por el mismo Dean DeBlois en su versión original—, se podría pensar que esta es otra entrega más pensada para romperla en taquilla. Pero lo cierto es que esta versión consigue algo distinto: conectar con quienes crecieron con la saga y también con quienes llegan por primera vez a la historia.


El casting aporta mucho. Mason Thames construye a un Hipo que se siente real desde el primer momento, con esa mezcla de torpeza y coraje. Nico Parker, en tanto, ofrece una Astrid menos calcada a la original, pero igual de potente. Su elección ha despertado algunas quejas —esas de siempre, que se resisten a ver algo distinto—. Pero más allá de eso, lo que importa es cómo cada actor interpreta su personaje, aportando capas nuevas. Porque al final, lo que Cómo entrenar a tu dragón pone en el centro no es solo el mundo de los dragones, sino los vínculos. Esos lazos que se construyen entre personas, con la familia (más específicamente en este caso, con la figura paterna), con lo que tememos, con lo que soñamos.



El guion sabe moverse entre el humor y la emoción. No subestima al espectador infantil — algo no muy frecuente —, y al mismo tiempo ofrece reflexiones y preguntas. ¿Cómo confiar en ti, cuando todo alrededor parece empujarte en otra dirección?. Y en ese gesto hay algo muy valioso: el sentido de encontrar ese lugar en el mundo que no siempre aparece de inmediato. Para quienes guardan cariño por la versión animada, hay momentos que golpean directo en la memoria. Algunas escenas, como el clásico vuelo entre nubes, remiten inevitablemente a esas películas que de niños nos hacían sentir que el mundo podía ser otra cosa, como La historia sin fin (1984).


Y en esta época, donde nos preguntamos a cada rato si lo que vemos en pantalla es real o hecho por una inteligencia artificial, encontrarse con un dragón tan bien hecho y tan lleno de expresividad es algo, paradójicamente, sorpresivo. Quizás lo más bonito de esta versión es que no intenta competir con la original, ni superarla. Simplemente se permite existir, generando un espacio seguro para las dinámicas de la imaginación y de lo fantástico. ¿Cuántas historias hoy se atreven a hacer algo así?




bottom of page