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'DIE, MY LOVE': El abismo de existir

Die, My Love marca el esperado regreso de Lynne Ramsay tras varios años sin estrenar, con un título que debuta directamente en la competición del Festival de Cannes 2025. Adaptada de la novela argentina Matate, amor de Ariana Harwicz, la película profundiza en la estética autoral de Ramsay mientras reúne a Jennifer Lawrence y Robert Pattinson por primera vez en pantalla.


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Ramsay traslada la novela de Harwicz desde su contexto original a un entorno desolado e incierto: un paisaje rural donde naturaleza, soledad y maternidad convergen en una experiencia intensa. La historia sigue a Grace (Lawrence), una mujer que se muda con su pareja Jackson (Pattinson) a una casa aislada en el campo, buscando comenzar una nueva etapa. Pero la maternidad, con todo lo que implica en términos de deseo, identidad y pérdida, se transforma en un terreno de exploración visceral y psicológica.


La interpretación de Lawrence es desgarradora; su rostro y su cuerpo se convierten en el mapa de una mente en colapso, entre la calma y la furia, en un trabajo lleno de matices que la muestra vulnerable y animal. Pattinson interpreta a un hombre que busca mantener en pie una relación que se desmorona, atrapado también en su propia incomprensión. La química entre ambos es inmediata y tensa, creando una conexión frágil y apasionada.


Fiel a su estilo, Ramsay construye un universo sensorial. Presenta personajes dominados por la visceralidad de la experiencia humana, sin prejuicios. El guion, se adentra en las zonas más difusas de la mente y el cuerpo, incorporando metáforas y subtextos que nos acercan al peso existencial de la protagonista. La fuerza de la historia radica en comprender el mundo interior de Grace: su encierro, su impulso de vida y su deseo de destrucción.


Filmada en formato 3:4, con dirección de fotografía de Seamus McGarvey, la propuesta visual acompaña esa intensidad con precisión. McGarvey, recurrió al uso de Ektachrome en 35 mm para lograr una textura única, de contrastes fríos y saturación. Gran parte de la película fue rodada de día para simular escenas nocturnas, aprovechando las cualidades de la emulsión y su capacidad para capturar la luz natural con un matiz onírico. El resultado son paisajes suspendidos en el tiempo. Cada plano encierra a Grace en su propio laberinto mental.


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La película funciona como un sueño febril sobre la experiencia inconmensurable de la maternidad: cómo la mente puede dispersar, intensificar o deformar esa vivencia hasta convertirla en una búsqueda de identidad que cuestiona el placer de vivir y el instinto de dar vida.


Ramsay aborda la experiencia desde un lugar primitivo: ¿qué pasa si dejamos todo arder? Con esta obra, confirma su lugar como una de las cineastas más lúcidas de su generación. Su mirada es cruda y empática a la vez. Un viaje que captura la intensidad de existir, de construir, de amar, desarmar y de sobrevivir al propio deseo.

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