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FICValdivia 2025 'Romería': Memoria convertida en imagen

Tras su paso por festivales internacionales, incluyendo Cannes, y su reciente exhibición en la sección Gala del 32° FICValdivia, Carla Simón presenta Romería, la película que completa su trilogía sobre la familia iniciada con Verano 1993 (2017) y continuada con Alcarràs (2022). Con este filme, la directora española vuelve a la raíz de su historia personal. Mientras que en sus trabajos anteriores exploraba la infancia marcada por la pérdida y la fuerza de los vínculos colectivos en tiempos de crisis, aquí vuelve, por última vez, hacia su propia vida para encontrar en ella un relato íntimo y profundo.


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La protagonista de esta historia es Marina (Llúcia García), una joven de 18 años que inicia una búsqueda que la lleva a revisar la historia de sus padres y a descubrir fragmentos de una vida que desconoce, marcada por las adicciones, el fervor que los caracterizó y el factor de que ambos fallecieron de SIDA. La película avanza dividida en capítulos. A través de cartas y diarios, la figura de la madre adquiere una presencia constante, y el viaje de Marina se convierte en un proceso de comprensión, tanto del pasado familiar como del suyo propio.


La dirección de Simón se apoya en la observación. La cámara se mantiene cercana a los personajes en todo momento. La sensibilidad de la cineasta está en los tiempos que elige, en la manera en que permite respirar cada escena y por sobre todo, en esa confianza que deposita en sus intérpretes para que habiten sus personajes con naturalidad.


Romería surge de una experiencia biográfica dolorosa, pero lo que la directora propone es un espacio de encuentro. La película no se centra en el sufrimiento, sino en la posibilidad de mirar atrás con calma, de reconocerse en su historia, saber habitar los espacios de alegría y pasión que vivieron sus padres en su juventud, sin prejuicios ni resentimiento. El duelo se transforma en una forma de conocimiento, en un modo de permanecer en calma con lo vivido sin censurarlo.


En esta obra, Simón combina su mirada documental con un tono más libre y onírico. Hay una textura de ensoñación que acompaña la narración. Los elementos del pasado se mezclan con la imaginación de Marina, y de ese cruce surge una mirada poética sobre la memoria.


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El elenco, como en sus películas anteriores, logra una cercanía que transmite familiaridad. Las interacciones se sienten naturales, marcadas por una calidez que ya es algo fundacional de su cine. Esa forma de dirigir actores es una de las mayores virtudes del cine de Simón: logra que lo cotidiano adquiera sentido.


Romería funciona como cierre y como punto de partida. La directora transforma su historia en una reflexión política y afectiva sobre la memoria: reconocer lo que fue vivido sin culpa y aceptar los espacios donde hubo amor, pasión y vida. Su cine conserva la claridad de quien observa el mundo con ternura, y en ese acto —tan necesario en estos tiempos— nos invita a mirarnos con la misma honestidad.

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