Entrevista a Laura Donoso Directora de 'Sariri': "Nos interesaba trabajar esa violencia que se cuela por debajo, impregnada en lo cotidiano."
- Violeta Reyes Gutiérrez

- 9 oct
- 12 Min. de lectura
Conversamos con la cineasta Laura Donoso sobre Sariri, su opera prima, que se estrena este 9 de octubre en salas nacionales luego de un exitoso recorrido internacional y, más recientemente, su paso por SANFIC21. La película busca abrir un diálogo profundo sobre la libertad, la violencia simbólica y los rituales asociados a la menstruación, explorando temas universales desde la mirada de la infancia y con un estilo visual y narrativo que combina realismo y simbolismo situados en el desierto chileno.

La siguiente entrevista puede contener algúnos spoilers.
Por: Violeta Reyes
V: La menstruación es una experiencia universal, pero lo interesante en Sariri es la perspectiva desde la que se presenta: envuelta en un aire de misticismo y magia, casi como un realismo o surrealismo poético. ¿Esa elección nació de una necesidad de hacerlo más simbólico o fue algo más íntimo que marcó el pulso al crear?
Laura Donoso: Creo que parte de la necesidad de incorporar un punto de vista desde la infancia y la inocencia. Siempre me ha parecido duro ese momento de pérdida cuando una niña comienza a menstruar, esa idea de que, de un día para otro, “te conviertes en mujer”, sin saber cuál fue tu último día siendo niña. Para mí, una niña sigue siéndolo; es un proceso, no un cambio instantáneo.
Entonces, contar esta historia desde la mirada de una niña y de una adolescente me parecía lo más honesto para transmitir esa sensación de confusión, de no entender del todo lo que pasa, de cuando los adultos intentan explicarte algo pero también lo esconden. De niña, yo sentía que entendía más de lo que los adultos creían.
Al narrar desde esa inocencia, inevitablemente se mezcla el mundo real con el imaginario: las creencias, los personajes y los mitos. Eso dialogaba muy bien con leyendas del norte y sur de Chile —como que las mujeres no pueden entrar a las minas o que la sangre menstrual es tóxica—. Fui tomando un poco de todo eso: experiencias personales, tradiciones y esas historias que se cuentan entre niñas.
Al final, creo que los mitos y las leyendas sirven para explicar cosas, pero en este caso también muchas veces han servido para justificar por qué la mujer debe quedarse en casa. De ahí fui sumando todo aquello que me hacía ruido, y así fuimos construyendo el mundo de Sariri.
V: La perspectiva de Sariri también resulta muy apta para las infancias. No todas las películas dirigidas a niños deben ser animadas; pueden comprender historias profundas si se cuentan desde el lugar correcto. En ese sentido, la mirada de una niña abre un espacio de identificación muy especial.
Laura Donoso: Sí, totalmente. Y creo que desde el inicio tuvimos claro que queríamos mostrar la violencia —la violencia de género, la violencia hacia la mujer, la violencia reproductiva o incluso sexual—, pero sin recurrir a una representación gráfica o explícita. Nos interesaba trabajar esa violencia que se cuela por debajo, que está impregnada en los espacios, en lo cotidiano, en los gestos. No queríamos que la brutalidad se viera en pantalla, sino que se sintiera, que el espectador percibiera esa opresión sutil que muchas veces pasa inadvertida.
Porque al final, la violencia no siempre se manifiesta de manera física. A veces está en lo simbólico, en lo que se espera de nosotras, en los roles impuestos. Y eso también afecta tanto a mujeres como a hombres: esa estructura que determina cómo “deberíamos” ser, comportarnos o sentir. Eso es lo que queríamos exponer, pero desde una mirada delicada, sin dejar de ser crítica.
V: Algo que destaco mucho en Sariri es cómo abarca distintas generaciones: la hija, la hermana, la madre, y luego el personaje de la exiliada, que refleja otra etapa de la vida. Es un recorrido por los procesos que atraviesa una mujer, desde la inocencia hasta ese momento en que ya se ha vivido tanto que da igual lo que venga.
Laura Donoso: Muchas veces me preguntan por qué la película se llama Sariri si quizás Dina parece más protagonista, o su historia tiene más peso narrativo. Y es precisamente por eso: porque todas las mujeres que aparecen en la película fueron Sariri en algún momento. Todas vivieron esa primera menstruación, tuvieron que irse del pueblo, aprender a vivir con el secretismo, decidir si seguir o no las reglas y asumir las consecuencias de ello.
Para mí, la idea era mostrar que todas partimos de un punto común: en algún momento somos niñas, y después nos convertimos en mujeres. Todas tenemos una primera vez, un tránsito. Y esas mujeres, de distintas edades y vivencias, se enfrentan —de una forma quizás errada o solitaria— a la necesidad de adaptarse, de encontrar cómo encajar en el mundo.

V: Con el personaje de la exiliada (Paula Dinamarca) surge la pregunta ¿qué pasa cuando una mujer decide no seguir las reglas?. También es una opción, y es importante que esté presente. Porque tú nos presentas a una Sariri que todo el tiempo se cuestiona: “¿por qué hay que hacer esto?, ¿por qué tengo que ir?, ¿qué pasa si no voy?”. Mientras que las otras mujeres responden desde un lugar condicionado, como diciendo “es lo que hay que hacer”.
Laura Donoso: Claro, y siempre con ese miedo de fondo: “si no lo hago, ¿qué va a pasar?”. No quiero que nos pase nada. Pero, por otro lado, está el personaje de Paula y las mujeres que viven fuera de ese sistema, que dicen: “ok, no quiero vivir bajo tus reglas, pero ¿por qué tengo que abandonar mi tierra para eso?”. Esa tensión me parecía muy importante.
Porque hay muchas formas posibles: puedes querer irte, buscar algo desconocido, liberarte de lo establecido; pero también puedes querer quedarte, resistir desde tu propio espacio. Las dos opciones son válidas.
En la película, Sariri pierde cosas —pierde a su hermana, pierde parte de su inocencia—, pero también gana: gana perspectiva, ideas, libertad interior. Hay mujeres que viven así, con una guía que puede parecer dura, pero que les permite tomar sus propias decisiones.
Sé que el final deja una sensación un poco amarga, y a veces me lo dicen: “¿por qué tan triste?”. Pero para mí no lo es tanto; es más bien honesto. Porque ellas ya no pueden seguir tomando decisiones por los demás, sino por sí mismas. De eso se trata: de abrir opciones, de que cada una encuentre su propio camino y la vida que más le acomode.
V: En cuanto al tono y los temas de tu película, me hace mucho sentido esta idea de encontrar belleza en la tristeza. Tendemos a asociar la belleza con los finales felices.
En Sariri no es así, y sin embargo hay algo profundamente bello en lo que ocurre. Como tú dices, ella pierde cosas, pero encuentra conocimiento, comprensión de sí misma, aprendizaje. Ahí está lo bello.
Y también siento que esa sensibilidad se refleja en la fotografía. La decisión de filmar en el desierto me parece muy coherente con esa idea: la soledad inmensa del paisaje, la sensación de búsqueda. Me imagino que todo eso dialoga con el sentido emocional de la historia.
Laura Donoso: Sí, totalmente. Con Raymundo, el director de fotografía, y con Vicente, el director de arte, exploramos mucho cómo construir visualmente esos dos mundos. Por un lado, los interiores de las casas de adobe: espacios oscuros, con poca luz, ventanas pequeñas, sin electricidad. Son lugares donde los personajes se permiten soñar en secreto, donde imaginan la vida que quisieran tener, aunque no lo digan en voz alta.
Y por otro lado está el exterior, esas explanadas inmensas del desierto que, a primera vista, parecen representar libertad, pero que terminan siendo una libertad abrumadora, casi opresiva. Ese espacio abierto también aprieta, te deja sin puntos de referencia, sin dónde apoyarte. Queríamos jugar con ese contraste: cómo, a veces, en los espacios pequeños y oscuros nos sentimos más seguros, y en cambio en los lugares amplios, donde podríamos movernos con total libertad, aparece la sensación de soledad y de vulnerabilidad.
Hay algo de eso en la película: la hostilidad que puede tener el entorno sin que exista una amenaza concreta. Es esa sensación de que “algo te persigue”, aunque en realidad no haya nada ahí. Es una atmósfera más emocional que narrativa, y creo que en ese juego se sostiene gran parte del tono de Sariri.
V: ¿Desde un principio te la imaginaste ambientada en el desierto?
Laura Donoso: Sí. No sé por qué, pero mi imaginario siempre tiende hacia el norte. En general, muchas de mis historias parten desde ahí. En este caso, además, surgió muy naturalmente, porque filmamos en Condoriaco, un pequeño pueblo que queda a unas dos horas de La Serena. La familia de mi mamá es de allá, y cuando era niña pasábamos todos los veranos en la zona, así que tengo muy arraigada esa imagen del desierto montañoso, rocoso, lleno de matices.
La idea de Sariri también nació a partir de un libro que estaba leyendo, donde se hablaba de las mujeres Kaduoya, una de las castas más bajas de la India. Ellas, hasta el día de hoy, deben abandonar sus casas cuando les llega la menstruación o después de dar a luz, porque se considera que su sangre es tóxica para los hombres. Leyendo eso, me pregunté: ¿qué pasaría si algo así ocurriera en Chile hoy, en pleno desierto, en un lugar donde no hay dónde esconderse ni adónde ir?.
V: Buscando e investigando sobre el significado de Sariri, no sé si para ti también viene desde los Aymaras, donde significa algo así como “el que busca el camino” o “el caminante”.
Laura Donoso: Sí. Y bueno, eso fue… ya, supuestamente nada pasa por azar, pero como te contaba, esto nace como un proyecto universitario. Teníamos que presentar la primera idea de un largometraje, todos debíamos hacerlo. Yo ya tenía mi idea, pero no tenía nombre para el personaje.
Empecé a buscar; al principio me imaginaba algo más ligado al desierto, al altiplano, y buscando palabras o nombres que sonaran bien —horas antes de tener que entregar el trabajo— encontré una lista con nombres del norte. Entre ellos estaba Sariri, y me gustó mucho cómo sonaba y cómo se veía visualmente. Dije: “ya, lo voy a poner así, por mientras”. Recién estábamos comenzando.
Cuando la idea fue seleccionada y empezamos a trabajar el tratamiento narrativo con mis compañeros de guion, entramos en la etapa de investigación. A mí me interesaba mucho explorar la representación de la menstruación en distintas culturas —latinoamericanas, chilenas y de pueblos originarios—, y ahí llegué a un paper sobre la menstruación en el pueblo Aymara.
En él se mencionaban dos formas de nombrarla, una de ellas era una palabra compuesta por tres términos; no recuerdo exactamente cómo era porque era muy larga, pero la palabra del medio era Sariri. Y yo como: “¡equipo, miren esto!”. No fue casual.
Ahí empecé a investigar más y descubrí que Sariri significa algo así como “el que hace su camino”, “el que viaja”. Entonces todo tomó sentido: el viaje de la niñez a la adultez, por eso la palabra está ligada a la menstruación.
Muchas veces me preguntaban si iba a cambiarle el nombre al personaje, pero no, ahí quedó claro que debía llamarse Sariri. No era solo que sonara o se viera bien, sino que realmente era eso.
V: A propósito del origen del nombre —que a mí me hizo mucho sentido y que, en parte, respondiste con lo del libro—, ¿cuáles fueron algunas obras, ya sean literarias o cinematográficas, que te ayudaron o inspiraron durante este proceso?
Laura Donoso: Una película que me inspiró mucho fue Noche de fuego, de Tatiana Huezo, una directora mexicana. Es una película que aborda temáticas similares, como la pérdida de la inocencia y la necesidad de ocultar el hecho de ser mujer.
En muchos pueblos, en muchas culturas, se dice: “ya estás lista para ser mujer, ten cuidado porque te pueden violar”. Como si el simple hecho de menstruar te volviera vulnerable.
Esa película trata varios temas, pero también muestra a tres niñas que son mejores amigas y se enfrentan a lo brutal que puede ser convertirse en mujer.
También hay una canción que siempre me resonó mucho con el proyecto: La malquerida, de Natalia Lafourcade, también mexicana. No habla estrictamente de la menstruación, pero transmite esa sensación de ser “la malquerida”, la apartada, la que debe alejarse de ciertos espacios.
Esa idea me llevaba mucho a pensar en la soledad y el dolor que provienen de cosas que ni siquiera dependen de ti. En mujeres que deben abandonar su casa y exponerse a enormes riesgos afuera solo porque tienen la menstruación. Eso nunca me hizo sentido. Entonces, a partir de ahí, se fue formando esta idea madre —la menstruación—, que después empezó a ramificarse en diferentes violencias de género.
V: Ahora, con respecto al casting, me gustaría que me contaras un poco cómo fue este ejercicio de buscar estas edades en específico y cómo fue la experiencia en sí, porque castear infancias es bastante complicado.
Laura Donoso: Lo que siempre supe fue que necesitábamos, por temas de producción y logística, plantearlo de manera práctica. Trabajé con el equipo de asistencia y dirección pensando en que la niña que interpretara a Sariri quisiera estar allí, aunque no tuviera experiencia actuando, pero que conociera muy bien el desierto.
Por otro lado, quien interpretara a la hermana mayor debía ser actriz profesional, para poder guiar un poco a la niña y crear una dinámica más ágil y natural, especialmente con el tiempo tan acotado que teníamos.
Antes de escribir siquiera el tratamiento narrativo, yo había visto un cortometraje con Catalina Ríos, quien luego sería Dina. Me encantó su presencia, su energía, y supe inmediatamente que quería que fuera ella. La contactamos, le contamos el proyecto que todavía no existía formalmente y, desde el primer momento, se enganchó. Tener a Catalina desde el inicio fue genial, porque al escribir el guion podía imaginar sus reacciones y trabajar la historia pensando en ella.
Después llegó el momento de encontrar a Sariri. Necesitábamos a alguien que conociera muy bien el desierto, así que fuimos a Condoriaco, el pueblo donde íbamos a grabar, y abrimos un casting. El problema era que allí casi no viven niños, así que hicimos un llamado a los familiares de quienes sí vivían allí. Para nuestra sorpresa, llegaron unas diez niñas interesadas, lo que nos dio muy buenas opciones.
Y luego apareció Martina —Sariri—. La vi trabajando junto a su familia, llevando maderas, sacos, carretillas… y pensé: “ella es Sariri, tiene toda la energía y familiaridad con el lugar que necesitamos”. La invité al casting, pero me dijo que no quería. Durante el fin de semana nos conocimos, conoció al equipo, y el último día le pregunté de nuevo. Dijo que sí, solo una vez. Grabamos una escena y salió increíble. La segunda vez no quiso, y me quedé pensando: “es perfecta, pero no sé qué hacer”. Pasaron unos meses, la convencí y finalmente aceptó participar. Desde ese momento se entregó completamente: era la primera en llegar al set, la que más sabía del proyecto, y se enamoró del proceso de hacer cine.
La dinámica entre Martina y Catalina fue inmediata, como de hermanas. Martina admiraba a Catalina y trataba de imitar sus técnicas, mientras que Catalina, con experiencia trabajando con niños, le enseñaba lo que sabía. Fue maravilloso. Después se sumaron el resto del elenco, incluida Paola Latus, que se sintió muy cómoda con el equipo y con las protagonistas. A pesar del poco tiempo que tuvimos, todo fluyó de manera orgánica y natural, y la química entre los actores fue perfecta.

V: Esa misma rebeldía — de Martina — se nota en la pantalla, y finalmente la infancia es jugar. El cine tiene mucho de juego, y atrapar a una niña en ese sencillo no es muy difícil…
Laura Donoso: Sí, ¡qué risa! A mis amigos, con quienes hicimos la película, siempre les digo que les debe parecer raro: estábamos estudiando y de repente trabajamos en algo por lo que nos pagan, pero básicamente jugamos. Es como jugar con Lego, pero con cámara. Estamos probando, jugando, viendo si funciona, y a la vez hay un presupuesto detrás.
El último día le pregunté a Martina: “Oye, ¿qué opinas? ¿Te gustó actuar? ¿Quieres seguir actuando?” Me dijo que no, que no quería volver a actuar, pero que sí quería ser cineasta. Y eso estuvo perfecto. Le gustó mucho el equipo, se encariñó con todos, y entendió un poco la magia que hay detrás del cine. Le explicábamos sobre fotografía, luz, sonido… y le encantaba todo eso. Al final funcionó increíblemente bien.
V: ¿Cuánto tiempo en total trabajaron en la película?
Laura Donoso: Como era un proyecto universitario, los tiempos eran súper acotados. Por ejemplo, el guion lo tuvimos que escribir en unos seis meses. Antes habíamos tenido otros seis meses dedicados a investigación, creación del mundo y organización del proyecto. Luego vino la preproducción: un mes en Santiago, una semana en el pueblo, y después un mes de grabación allá.
El montaje nos dio un poco más de tiempo, alrededor de siete meses en total.
Para hacer un largometraje fue poco tiempo, pero para un proyecto de titulación fue mucho. Al final, comenzamos el proyecto en mayo de 2021 y fuimos avanzando por etapas, cada una con sus propios desafíos y aprendizajes.
V: Y para ir cerrando, me gustaría consultarte sobre la trayectoria de la película en el extranjero. Ha tenido una carrera bastante extensa para ser tu ópera prima, y me pregunto cómo ha sido la recepción, considerando que es una historia muy del norte de Chile, del desierto, algo con lo que nosotros nos identificamos, pero quizás en Estados Unidos o Europa la recepción podría ser muy distinta.
Laura Donoso: Nos sorprendió muchísimo la recepción del público. Al principio yo estaba nerviosa, pensando: “no van a entender nada, no van a captar la historia”. Pero me di cuenta de que, en todos los conversatorios, los últimos 30 minutos se convertían en un diálogo con la audiencia sobre experiencias personales.
Es una película universal. Todos tenemos nuestra propia experiencia con estos temas, y mucha gente no ha podido compartirlas antes. Por ejemplo, en Francia, donde pensé que sería difícil conectar, muchas personas contaban experiencias parecidas: “cuando era chica no me dejaban hacer mayonesa si estaba con la menstruación, porque se iba a cortar”, “me pegaban si entraba a la cocina porque la carne se iba a echar a perder”, y así surgían diferentes testimonios.
En Estados Unidos, también había público de primeras generaciones, como chicas criadas allí pero con raíces en India. Una de ellas me dijo: “muchas gracias por tu película, porque yo hasta el día de hoy, por respeto a mi mamá, no voy al templo si estoy menstruando”. Me di cuenta de que las temáticas son universales: menstruación, aborto, violencia de género… temas que atraviesan culturas y generaciones. Al final, la película logra empatizar con el público y despertar recuerdos o reflexiones personales, aunque la historia sea simple en su línea narrativa.
V: Creo que ese es uno de los grandes valores de Sariri: invita a una conversación profunda y generacional. Puedes hablar con niñas, adolescentes, mujeres y abuelas, y todas podrán comprender algo y quedarse con una experiencia.
SARIRI se encuentra disponible en salas comerciales e independientes desde el 9 de octubre.




