'Wicked For Good': Oz y la realidad se encuentran
- Violeta Reyes Gutiérrez

- 21 nov
- 2 Min. de lectura
A un año del estreno de su primera parte, llega la segunda entrega de este clásico musical de Broadway adaptado a la pantalla con una intención más clara: profundizar en lo que la primera alcanzó a insinuar. Jon M. Chu vuelve a Oz con una mirada un poco más madura, preparando el terreno para el cierre de la historia.

Oz siempre se ha mostrado como un mundo donde el supuesto “orden perfecto” depende del control, y en esta adaptación esa idea se vuelve aún más actual. Vemos cómo se construye un enemigo público para mantener a la sociedad distraída, lo que deja abierta una pregunta: ¿quiénes actúan realmente desde la justicia y quiénes siguen una narrativa que les acomoda?
Bajo toda su fantasía, Wicked nos muestra un reflejo bastante directo de lo que vivimos día a día. Ya no hablamos del típico cuento de bandos opuestos, sino de cómo funciona un sistema que necesita crear miedo y enemigos para sostenerse (¿les recuerda algo?).
Entre el popurrí de estímulos visuales y un CGI que esta vez se siente aún más irregular que en la primera parte, hay algo que logra hacer olvidar por un momento esos elementos: la química entre Ariana Grande y Cynthia Erivo. Lo que ellas hacen frente a la cámara vuelve más honesta la historia. Si esto ya era evidente en la primera entrega, ahora solo queda presenciar cómo crecen y se afianzan como dupla, el número musical For Good, es un claro ejemplo de ello.
La franquicia sitúa la amistad como el motor de todo. El vínculo entre las dos protagonistas revela lo intenso y a veces doloroso que puede ser aceptar a alguien en su totalidad. A eso se suma un elemento que traspasa la pantalla: ver a Ariana Grande en un papel que anheló durante gran parte de su vida, le otorga a Glinda una humanidad distinta, una interpretación que conlleva genuina admiración. Estamos viendo en tiempo real, cómo se materializa un sueño.

Y sí, Wicked es un producto masivo pensado para una audiencia enorme. Pero incluso dentro de esa maquinaria aparece algo poco común en producciones de este tamaño: un corazón propio. Entre todo su maximalismo, la película conserva un nivel de honestidad que la separa de tantas historias hechas en serie y que se ajusta a lo que promete, conectar desde lo fantástico con la búsqueda humana de ser aceptado.




